Por Andrés Pascual
Es
difícil que un equipo deportivo que dispute un premio pueda ganar
sin su mejor jugador, con excepción del beisbol, los demás deportes
de conjunto necesitan al mejor para poder imponerse, porque la
organización, la estrategia y la dinámica es diferente: sin Michael
Jordan no existía el Chicago y la NBA disminuía un 25 % su calidad,
a pesar del esfuerzo y de la voluntad por demostrar lo contrario.
Nadie
puede ser hipócrita ante la evidencia, ni la prensa corrupta que
cubre al balompié ni los señorones de la FIFA: la lesión de Neymar
(foto), uno de tres grandes figuras del fútbol de hoy, es como
aquella que sufrió su paisano Pele en igual nivel de importancia
para las posibilidades de Brasil, que, a pesar de la clase individual
de muchos de sus jugadores, no pudieron imponerse; porque, cuando se
piede un jugador como el Rey, o como Neymar, se pierde la cabeza y el
desconcierto y la frustración hacen mucho daño en los jugadores
restantes, además de que alienta a la oposición, que manejarán a
favor, basados en la pérdida de iniciativa enemiga, cualquier situación por
difícil que sea. Si los brasileños lograran ganar esta, sería la
más grande demostración de poder y energía síquica de todos los
tiempos, que no lo dude nadie.
La
peor Copa de la historia fue la de 1930, POR LA BAJA PARTICIPACIÓN QUE AFECTÓ EL NIVEL DE JUEGO, porque se produjo un boicot
por parte de Europa, cuyas raíces estaban fuera de odios políticos
o raciales, pero se comportaron como si existieran, entonces a
Uruguay asistieron menos países que los que participaron en los 8vos
de final de esta 2014, con los más fuertes sin jugar y Montevideo se
llevó la primera que, según todo el que conoce el asunto, no
hubiera podido con la oposición presente como Dios debió mandar.
La
lesión sucia, salvaje, intencional y, presumiblemente ordenada por
el técnico como parte, no de la estrategia, sino del bajo instinto
nacido en la impotencia, ya está afectando el nivel competitivo de
la Copa, porque, sin Neymar, Brasil no debe ganar, pero sin Brasil no
hay brillo general, el mundo balompédico se reduce a derrotar a los
cariocas en buena lid, para entrar en los libros de la leyenda, en
los anales de la historia positiva del deporte.
Esta
canallada de Zúñiga, comparable a la del portero alemán que
lesionó gravemente al francés Jean B Baptistton durante los 80's,
quedará en la historia como uno de los hechos detestables, indignos
del deportivismo obligado: una Copa que va a disminuirse en brillantez, que
mereció, por la calidad individual de las grandes figuras de clubes
que iban a hacerla grande desde las eliminatorias hasta el último y
gran partido final, mejor destino.
Hay
gente de países marcados por un aura inevitable, socialmente
hablando, degenerada, el estigma colombiano es avasallador como para
que puedan sobreponerse y evitarlo.
En estos días se cumplieron 20 años de que un fanático mató a Escobar, valioso jugador colombiano, fue el reflejo del estado irracional de violencia que cundía al país, hoy, sin que ese estado se haya aplacado, un jugador estúpido, creído de que tenían que ganar de cualquier forma, al lesionar al astro brasileño a propósito demostró que la espiral de violencia en su país es tal que, ni conversando en La Habana durante casi 2 años, ni porque lo santigue el PAPA o porque los aplauda la CASA BLANCA, podrán hacer posible que la “civilización se imponga a la barbarie”. Lo llevan en la sangre, como cualquier criminal descrito en La Vorágine.
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