Por Andrés Pascual
Malena Burke cantó en La Habana, como siempre dicen, “tenía temor ante la forma cómo me recibiría el pueblo”, aunque saben, porque no me cabe en la cabeza que sea yo el único que “ve fantasmas”, que a nadie le envían una turba progromista si no está en lista de espera en el G-2 y su “brazo armado”, el CDR.
Como colateral significativo, si lo consideran material de represión violenta es “un mafioso”, entonces no le dan la visa de entrada, así que ese tipo de soliloquio no es bueno en boca de quienes ni están contra el castrismo, porque nadie puede creerlo y, hasta donde sé, pertenecen al ejército camuflado de ocupación castrista enviado hacia acá a lo que se sabe, quienes, lo menos que hacen con su conducta, es provocar.
Entonces Malena acaba de ejecutar otra provocación contra el exilio, sin embargo, junto a Isaac Delgado, Manolín… se convirtieron en representantes de la validez del término “intercambio” castro-obamista.
¿Pudiera considerarse como humanitario el viaje de Malena a la Isla esclava? No, por lo menos para mí, porque, según se dice, asistió a un homenaje que le hicieron a la madre, fallecida hace algunos años.
El caso es que ninguna de estas “personalidades artísticas” llega aquí como exiliada, evaden cualquier relación con círculos o personalidades verdaderamente desterradas y no pierden la oportunidad de apoyar la suspensión del embargo y el mantenimiento de las remesas cada vez que pueden. Al castrismo no lo tocan ni con el pétalo de una rosa, pero están aquí…
La culpa es del Ajuste Cubano y del interés de los americanos que se conocen, que se ven como dueños de la economía isleña, que ya piensan en recuperar lo que el sátrapa les robó y en apropiarse de lo otro, de la propiedad del cubano más afectado que ellos a quien le robaron todo con más saña durante los primeros diez años.
Sin embargo, por las presiones del poder financiero con incidencia de alto voltaje en lo político, el partido republicano también se convirtió en protector de la ley anti-exilio, debiéndose agregar la legión 5ta columnista, que incluye a cubanos de “comunidad”, desde la ya lejana década del 60.
Por todas esas razones no es sorpresivo que Malena cante en Cuba, a fin de cuentas, vive en un barrio de La Habana que llaman Miami que, por el elemento que lo habita desde los últimos 20 años, parece una extensión del Moro, de Fraternidad o de la Corea. “La diva” nunca ha dejado de ser castrista ni con alguna confesión ocasional privada de poca importancia, por lo menos que yo sepa.
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