Por Andrés Pascual
En el mundo de hoy, el concepto "respeto por las superpotencias" se limita a buscar compromisos de no agresión basados en el desorden y el relajo de países cuya moral se puede barrer en las calles principales de sus capitales.
A los grandes se les debe temer, filosofía conocida desde el medioevo a través del clásico filosófico-literario El Príncipe, de Maquiavelo. Y si un país poderoso no es capaz de hacerse respetar imponiendo el miedo, entonces pierde el control hasta de su propia existencia...
Las bases del capitalismo mundial se tambalean, porque, en igual medida, sucede con sus máximos representantes: Estados Unidos e Inglaterra, quizás por la forma como sus poblaciones alternan partidos de gobierno en el poder con tendencias ideológicas peligrosas incluso, no tienen una conducta sólida contra los males interiores; entonces, protegidos por leyes que nunca debieron existir, basadas en el respeto a derechos por los que no han hecho méritos sus enemigos intestinos por el incumplimiento de deberes obligatorios, los comunistas, los antimonarquía, los extremistas radicales, los socialistas de izquierda o los liberales se les convierten en una tromba cuyo único objetivo es destruirlos como instituciones e imponer el caos, la anarquía y el absolutismo de estado de nuevo tipo, con nuevas reglas y nueva dirigencia; es decir, el verdadero neo-esclavismo socio-político-económico.
Las poblaciones de países del llamado Tercer Mundo, dirigidas por lideres fantasmas hechos en el Primero y hasta residentes en este, están convencidas, por medio del discurso inflamatorio de mercaderes ideológicos como comisarios políticos, que ninguna nación es suficientemente fuerte como para hacerlos desistir de sus ideas de dominar a "los grandes": como una vulgar embestida de Atila al frente de los Hunos, Irán amenaza a Estados Unidos e Israel con "van a ver lo que es una verdadera guerra" y a Gran Bretaña con el ataque a su embajada en Teherán, montada en las oficinas del liliputiense que tienen por primer mandatario como vocero de los Ayatollas, que ni van a la guerra ni creen que la vida en el más allá sea cierta, porque ninguno se ha inmolado en la historia de estos peligrosos parásitos.
Siria masacra, como antes Libia, al pueblo sublevado y la acción de "los más grandes" se limita a "convencer" al inoperante organismo de Naciones Unidas para que imponga sanciones a un gobierno que, moralmente, se cayó; sin embargo, para mantener vivo su afán imperial, para exigir con el apoyo al criminal aliado su zona de influencia, la Rusia de Putin, neo-estalinista con cuatro hambergueras y un par de plantas para embotellar Coca-Cola, se opone a cualquier tipo de bloqueo, lo mismo de armas como su principal proveedor, que económico por la Liga Árabe. Igual sucede con Corea del Norte y China.
Con una "corriente ideológica" nacida en el partido demócrata y enriquecida con todas las tendencias antiamericanas que cohabitan Estados Unidos, como el revanchismo negro (musulmán o no); con la nueva ralea antiamericana de "ilegales" que reclaman status de residencia; con el apoyo de la media y el gremio artístico, incapaces de reconocerse como americanos en el sentido decente del término y con el patrón de apoyar lo que les sirva como patente de corso al desenfreno de sus vidas, heces en medio de la más absoluta decadencia moral; con el apoyo de ciertas clases vivas oportunistas para quienes solo interesa el crecimiento de sus fortunas en detrimento del sentimiento sublime como patria, bandera, religión y fidelidad, contribuye el gobierno actual de este país a azuzar los ánimos de quienes buscan, a como dé lugar, su destrucción.
La única posibilidad de arreglar el asunto con Irán, con Siria o con quien sea, la única esperanza del mundo verdaderamente libre, está en la decisión de Estados Unidos e Inglaterra de borrar del mapa a quien ose imponer filosofías que hagan diana en otro y en otro… por duro que suene; definitivamente, la intención de esos reaccionarios es circular que, a aquel que hizo que se le respetara ayer, hoy se le pueden dar nalgadas.
Con Obama al timón del gobierno de Estados Unidos, por supuesto que no es posible arreglar el potaje: si este individuo logra reelegirse, si la parte preocupantemente creciente de población bananera de aquí, por oportunismo histórico o por escuchar los cantos de sirena renovados, lo vuelve a poner en la Casa Blanca por otros cuatro años, nadie sabe qué será del mundo en el período.
Si volviera a ocurrir, que nadie se queje por lo peor, que se advirtió una vez y no escucharon: a rezar y que "el Señor nos sorprenda confesados".
En el mundo de hoy, el concepto "respeto por las superpotencias" se limita a buscar compromisos de no agresión basados en el desorden y el relajo de países cuya moral se puede barrer en las calles principales de sus capitales.
A los grandes se les debe temer, filosofía conocida desde el medioevo a través del clásico filosófico-literario El Príncipe, de Maquiavelo. Y si un país poderoso no es capaz de hacerse respetar imponiendo el miedo, entonces pierde el control hasta de su propia existencia...
Las bases del capitalismo mundial se tambalean, porque, en igual medida, sucede con sus máximos representantes: Estados Unidos e Inglaterra, quizás por la forma como sus poblaciones alternan partidos de gobierno en el poder con tendencias ideológicas peligrosas incluso, no tienen una conducta sólida contra los males interiores; entonces, protegidos por leyes que nunca debieron existir, basadas en el respeto a derechos por los que no han hecho méritos sus enemigos intestinos por el incumplimiento de deberes obligatorios, los comunistas, los antimonarquía, los extremistas radicales, los socialistas de izquierda o los liberales se les convierten en una tromba cuyo único objetivo es destruirlos como instituciones e imponer el caos, la anarquía y el absolutismo de estado de nuevo tipo, con nuevas reglas y nueva dirigencia; es decir, el verdadero neo-esclavismo socio-político-económico.
Las poblaciones de países del llamado Tercer Mundo, dirigidas por lideres fantasmas hechos en el Primero y hasta residentes en este, están convencidas, por medio del discurso inflamatorio de mercaderes ideológicos como comisarios políticos, que ninguna nación es suficientemente fuerte como para hacerlos desistir de sus ideas de dominar a "los grandes": como una vulgar embestida de Atila al frente de los Hunos, Irán amenaza a Estados Unidos e Israel con "van a ver lo que es una verdadera guerra" y a Gran Bretaña con el ataque a su embajada en Teherán, montada en las oficinas del liliputiense que tienen por primer mandatario como vocero de los Ayatollas, que ni van a la guerra ni creen que la vida en el más allá sea cierta, porque ninguno se ha inmolado en la historia de estos peligrosos parásitos.
Siria masacra, como antes Libia, al pueblo sublevado y la acción de "los más grandes" se limita a "convencer" al inoperante organismo de Naciones Unidas para que imponga sanciones a un gobierno que, moralmente, se cayó; sin embargo, para mantener vivo su afán imperial, para exigir con el apoyo al criminal aliado su zona de influencia, la Rusia de Putin, neo-estalinista con cuatro hambergueras y un par de plantas para embotellar Coca-Cola, se opone a cualquier tipo de bloqueo, lo mismo de armas como su principal proveedor, que económico por la Liga Árabe. Igual sucede con Corea del Norte y China.
Con una "corriente ideológica" nacida en el partido demócrata y enriquecida con todas las tendencias antiamericanas que cohabitan Estados Unidos, como el revanchismo negro (musulmán o no); con la nueva ralea antiamericana de "ilegales" que reclaman status de residencia; con el apoyo de la media y el gremio artístico, incapaces de reconocerse como americanos en el sentido decente del término y con el patrón de apoyar lo que les sirva como patente de corso al desenfreno de sus vidas, heces en medio de la más absoluta decadencia moral; con el apoyo de ciertas clases vivas oportunistas para quienes solo interesa el crecimiento de sus fortunas en detrimento del sentimiento sublime como patria, bandera, religión y fidelidad, contribuye el gobierno actual de este país a azuzar los ánimos de quienes buscan, a como dé lugar, su destrucción.
La única posibilidad de arreglar el asunto con Irán, con Siria o con quien sea, la única esperanza del mundo verdaderamente libre, está en la decisión de Estados Unidos e Inglaterra de borrar del mapa a quien ose imponer filosofías que hagan diana en otro y en otro… por duro que suene; definitivamente, la intención de esos reaccionarios es circular que, a aquel que hizo que se le respetara ayer, hoy se le pueden dar nalgadas.
Con Obama al timón del gobierno de Estados Unidos, por supuesto que no es posible arreglar el potaje: si este individuo logra reelegirse, si la parte preocupantemente creciente de población bananera de aquí, por oportunismo histórico o por escuchar los cantos de sirena renovados, lo vuelve a poner en la Casa Blanca por otros cuatro años, nadie sabe qué será del mundo en el período.
Si volviera a ocurrir, que nadie se queje por lo peor, que se advirtió una vez y no escucharon: a rezar y que "el Señor nos sorprenda confesados".
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