lunes, 16 de diciembre de 2013

HAY UN GRUPO QUE DICE QUE LO HAGA FELIZ



HAY UN GRUPO QUE DICE QUE LO HAGA FELIZ...

Por Andrés Pascual

El asunto es que fue un mexicano, no recuerdo
si Carlos Monsivais, el que le sugirió a Haydeé Santamaría “tener bajo control y
protección a Silvio”, después de conocerlo en un conciertico de los que daba en
sus inicios en la Casa de las Américas; sería 1968 o principios del 69; tal vez
ni la llamada Nueva Trova existía ni Ojalá.

El escritor azteca le oyó al
panfletero con guitarra sus raras canciones de entonces, como Hay un grupo que
dice o La Canción de la Trova, que le confundieron entre los jóvenes más
huérfanos del mundo, los cubanos de la época dentro del país, como su posible
representante musical. Quizás, no estoy seguro, nos imaginamos que era nuestro
Bob Dylan al revés, porque casi todos creíamos que sería la cuchilla de cirujano
útil para hacer la necesaria vivisección de un monstruoso aparato represor que
nos asfixiaba. Ya había muchos jóvenes cubanos de su edad pudriéndose en la
prisión política y miles en los gulaps de Camaguey.

Nosotros no
necesitábamos la revolución, que nunca existió; sino la rebelión ante un
esclavista criminal…no se pudo por mucho que se intentó; como que era la época
del flirteo del tirano con mundo y medio, no fue posible; sin embargo, el
galardón se ganó por aceptar la batalla desigual y Silvio fue de los que decidió
abandonar el bando honroso e integrar el de los asesinos, excento de
persecución, cárcel y muerte, con la alternativa de poder hacerse millonario en
la medida que su compromiso lo hiciera arrastrarse más ante la dictadura y
entonces eligió convertirse en el más claro ejemplo de alta traición al reclamo
generacional jamás visto en Cuba…ni Pablo.

Eran los años en que el
liliputiense Juan Hernández Díaz, director de la programación de radio y
televisión del ICRT, osó decir que “ese hippie no va a cantar nunca en este
radio ni en esta televisión por mis t……s”, porque no supo o no quiso medir el
nivel de confrontación que se le avecinaba con semejante individuo. Si bien
Hernández Díaz no fue purgado, debió entender rápido que Silvio no lo
necesitaría nunca para cantar ante las cámaras y los micrófonos, que hasta el
circuito del disco militante EGREM y el Festival de Varadero versión 1981 y
posteriores, pasarían a ser de su propiedad.

En 1971, quizás 72, lo
montaron en un barco camaronero y debió bojear Africa sin posibilidades de
bajarse en ningún país, fue un castigo y Pedro González Bosque, médico clínico,
a la sazón cumpliendo el llamado servicio social en funciones en la embarcación,
me contó algunas de esas cosas. Hubo quienes dijeron que el aparato censor “no
había comprendido bien la canción Ojalá, yo no lo creo; sin embargo, Silvio
jamás volvió a contradecir ni a un enfermero con una medicina equivocada: dejaba
que se la inyectaran sin chistar aunque le produjera reacciones.

Silvio
supo siempre que sin el apoyo de la tiranía y la conexión de esta con los grupos
comunistas del sub continente más España no le era posible triunfar, porque no
es comercial y yo diría que tampoco intelectual o “de tesis”, como les gustaba
llamar a los estudiantes a aquellos libros o filmes que nunca entendieron,
durante la era de la antigua Escuela de Letras, muy al estilo francés de
entonces, porque veían “Cleo de 5 a 7” o “La Felicidad”, películas de Agnes
Varda, en el cine ensayo universitario.

A pesar de todo, los comisarios
del G-2 siempre dudaban de su fidelidad al régimen, que en realidad no ha sido
más que un alto concepto del oportunismo servil “IN CRESCENDO” a tiempo
completo, razón por la cual le colocaron como “representante”, a partir de los
80’s, a un oficial de la contrainteligencia que había sido su vecino desde que
Haydeé Santamaría le consiguió el primer apartamento y, en esa época, era
dirigente de una de las llamadas flotas y no recuerdo si camaronera o cuál otra.
Cuando al candelariense Tito Márquez, según me dijo una vez su hermana Maruca
“compañero de lucha de Fulgencio Oroz”, lo hicieron “la sombra de Silvio
Rodríguez”, todavía el tipo lo identificaba como “mi manager, a quien quiero
como a un hermano”.

Tenía que suceder, resulta que Silvio reaccionó
contra Pablo por sus declaraciones contra el abuso que se conoce desde hace 52
años por todo el mundo, menos “por los sordos de cañón entrenados”. Lo que le
molestó fue que se hiciera en Miami previo al concierto que dio
Milanés.

Es sospechoso que la rata de San Antonio de los Baños dijera que
“concuerdo con muchas cosas de las que dijo, pero condeno el lugar y el tono
desamorado como lo dijo”, por lo que Pablo gana credibilidad ante cualquiera,
una vez que Silvio no tuvo en cuenta lo que, en la carta al Inmundo, aquel había
escrito como valladar contra posiciones como la del compositor de La Canción del
Elegido: “basta de escuchar tienes razón y lo comparto, pero al oído, en
susurros, de boca hasta de dirigentes…quizás”

El único lugar donde Pablo
debía y lo hizo, decir esas cosas y en ese tono era en Miami, hasta donde se
sabe, Cuba no es una plataforma de libre expresión sin riesgo inmediato; me
parece que en La Habana no hubiera podido concluir la primera sílaba de la
primera palabra de lo que dijo, verdades que no lo alejan de su compromiso con
la tiranía ni le exculpan del largo contubernio de apoyo tan condicional por
oportunista como el del propio Silvio, sin recibir una ración de palos; a fin de
cuentas, ya no esta “la envidia de Almeida” para culparlo por su desgracia como
hizo cuando lo enviaron a la UMAP.

Que Silvio haya dado a conocer que
está de acuerdo con muchos de los puntos dichos por Pablo, le colocan en el
nivel mas elevado posible de “hijo de puta”, porque ¿Dónde ha hecho la denuncia
que cause efecto en la tiranía y la obligue a hacer las cosas, incluso de
“nuevos reformistas”, que arreglen el problema de la población cubana en cuanto
a democracia y libertades?

El único arreglo capaz de colocar en el rumbo
que le obligaron a perder a Cuba es extirpar de raíz el castro-comunismo y
aplicar la cuota, por grande que sea, de justicia político-social, con
fusilamientos, cárcel y deportación incluídas.

Mire usted, la Iglesia de
Raúl quedó complacida, porque el propio dueño le aseguró a su “eunuco preferido
ante las Cortes”, monseñor Jaime cardenal Ortega y Alamino, que “ninguna
instancia del gobierno ha ordenado la represión abusiva contra las Damas de
Blanco…”

¿Acaso creyó eso Silvio? Entonces, de acuerdo a la respuesta
¿Fue voluntario u obligado durante el Mariel para “despedir” a Evelio Taillac, a
Mike Porcell o a Yolanda Cuellar…y no con besos y abrazos?

Este es el
caso de los “susurradores al oído” (de un tiempo a esta parte), a que se refirió
Pablo en su carta-testamento de separación relativa del castro-comunismo,
publicada como respuesta a quien no pudo gozar de ninguna mención en la réplica
oficial de Silvio, el Inmundo García.

Silvio no fue “duro” a la manera
usual con Pablo Milanés, porque resultaría muy engorroso y difícil tener que
comenzar, en tiempos turbulentos, una campaña en la que se niegue la clase
profesional del aludido tal vez hasta con referencias de que sus canciones se
las componía “un compañero”; porque, posiblemente, Pablo le haya dicho a todo lo
que se expondría si declaraba lo poco o lo mucho que dijo, a quienes en España
le llaman Querido Pablo, que lo quieren más que a Silvio y no sé la razón, pero
la clase artística debe contar y, posiblemente, un ripio de
vergüenza.

Por lo otro que Silvio trata un poco menos duro de lo normal a
Pablo debe ser porque este, quizás, conozca 3 ó 4 cosas “feas”, tal vez
políticamente no correctas, no solo de Silvio y, más escándalo de lo que ya
tienen no quieren. En poco tiempo el caso Pablo estará cerrado a la publicidad
con pena de cárcel para el que lo reabra allá; si no al tiempo.

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