miércoles, 18 de diciembre de 2013

EN CUBA NO QUIEREN ESPERAR AL JUICIO FINAL



En Cuba no quieren esperar al juicio final


Posted by: Andrés Pascual

El pueblo cubano perdió la paciencia, yo hubiera querido ver a  Job soportando lo que se ha soportado en Cuba y durante tanto tiempo, pero de verdad... ha sido el Diluvio de 50 años con oscuridad, sin agua, con hambre, con sed, con fuego y con sangre…
Entonces se ha desarrollado cierta ojeriza con respecto a la religión, porque tendrían que seguir esperando hasta el juicio que, a pesar de Nostradamus y del Calendario Maya, nadie sabe cuándo se producirá, con la posibilidad de que pudiera dilatarse un siglo, dos…y, después, resultar “escogido”, es decir, absuelto. Mucho pedir, estamos en la tierra y todos no hechos ni para el autoflagelo ni para poner “la otra mejilla”.
Se ha dicho en estos días por interpretación de esas informaciones que, en el caso de Cuba llegaron tarde, conocidas como el archivo de Wikileaks, que la Iglesia Cubana “bla, bla, bla…”; o sea, está plegada a la tiranía y que lo ha hecho por no perder espacios dentro de la masa creyente.
Si es así, no se puede buscar el abandono del templo, cuyo trono ocuparon antes Alejandro VI y el Papa Pío XII, en otras opciones cristianas ni en protestantes ni en sectas presagiadoras del fin cercano con la promesa de salvación si te les unes en el momento en que te hablan. No, ese éxodo, que ocurre exageradamente desde la década de los 60’s, es hacia la santería, convertida en el principal renglón de explotación y exportación cultural del castrocomunismo, que ofrece solución inmediata a cualquier mal producido por la situación político-económica como “abrir el camino si te tiras en balsa”, o traer de vuelta “al nido traicionado” a la mujer o al hombre que te levantó un cuentapropista exitoso de la nomenclatura, un policía o alguien que recibe remesas y visitas de parientes del norte.
Sin embargo, la única verdad es que el pueblo cubano ha desarrollado un elevado grado de ateísmo en espiral paralela con la capacidad camaleónica de encubrir, por instinto de conservación, lo que piensa; no obstante, el desarrollo del vicioso oportunismo tal vez haga que muchos vean al revés la entrada al templo católico en los últimos 20 años: de la iglesia se fueron hacia el patio donde se celebraba la reunión del CDR o de la FMC, o hacia la oficina para la reunión de la UJC y del Partido; muchos dirigentes hacia España, Miami, Méjico... “quedaditos” o huyéndolo al castigo que les aplicarían por acusaciones de “dulce vida” y que un socio les sopló desde La Habana mientras estaban en Bélgica, digamos.
Cambiaron el cuadro La Ultima Cena o el Sagrado Corazón por el de Fidel, Che…nunca por el de Martí ni por el de Maceo ni por el de Gómez, Céspedes o Agramonte. Bien detrás de aquellas cajas con ropa y artículos viejos, escondieron los bustos de San Lázaro, de la Caridad del Cobre o de la Santa Bárbara…
Cuando los pusieron a bailar al son del Período Especial, el templo abrió una mañana y se encontró con filas enormes de ciudadanos esperando por una ración de leche en polvo o por una medicina de la organización Caritás y, durante 5 ó 6 años, nadie habló de que la “jerarquía” estuviera entregando su moral ante el problema para “no perder espacios”, porque aparentaba “un renacer de la Fé en el Señor”…parecía un “Boom” de la Iglesia.
Vieja y zorra, la iglesia siempre supo la razón por la que el cordero había regresado y se calló, se cuidó bien de no hablar para que el rebaño no se espantara; el buen pastor, mejor que nadie, conocía ese efecto y la posibilidad de que, por nuevas y mejores opciones, o por otros miedos, se iniciara otra vez el abandono.
La Iglesia cubana está plegada a la tiranía castrista brindándole su apoyo en todo por ese histórico instinto de conservación, por ese modo de intentar prevalecer a como dé lugar; aunque le haya costado la dignidad, la moral y la credibilidad, tanto ciudadana como religiosa, desde que Napoleón se le impuso como Emperador, quizás desde antes.
Con Monseñor Jaime Cardenal Ortega y Alamino al frente de la Casa de Dios en Cuba, un cardenal elegido por Juan Pablo II tal vez como gancho de atracción y protección que por méritos y virtudes, quizás la relación dictadura-iglesia haya que verla desde otra órbita: en rango de chantaje quién sabe por qué y siempre respondiendo a Roma más que a los Castro, a la que, por lo menos ante el caso Cuba, no le interesa el pueblo, sino sus propios intereses y, en eso, la tiranía y el Vaticano forman un dúo indivisible de excelente química de actuación.

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