Por Andrés Pascual
Están “indultando” en Cuba; según “voces de la disidencia, más de 2,000 presos comunes han sido enviados a sus casas hasta que decidan lo duro que está la calle, reincidan y, si no están informados por el CDR o por cualquier chivato de que habló cosas que “atenten o difamen contra la tiranía”, o se nieguen a engrosar la larga lista de informantes” del DTI o del G-2, los vuelvan a encerrar.
Según Elizardo Sánchez Santacruz, en la foto en su residencia en Miramar con Internet abierta, (¿Qué más se necesita por aquí para colocarlo en su verdadero lugar por actividades como informante desde La Cabaña en 1980?), solo 5 presos opositores, de 60 en cautiverio, fueron indultados.
Un sólo preso político en Cuba debería ser motivo de la más enérgica condena al régimen y del reclamo sostenido por su libertad; sin embargo, nadie sabe si el Sátrapa II continúe excarcelando opositores hasta poco antes de la Visita del Papa, por Navidad no, que esa no es una fecha representativa para que aquellos monstruos ateos traten de humanizar su condición de bestias.
Muy rápido, en 1978-79 indultaron a 3,000, quedando alrededor de 700 en prisión; esa fue la era en que el grupo Plantados en Calzoncillos del Presidio Político Histórico escribió la mas intransigente, moralizante y valiente página de la historia de la prisión política en el mundo, porque decidieron, bajo condiciones de alto principio y mediante la firma de una carta-declaración, el rechazo a la excarcelación manejada por el castrismo con la ayuda de elementos pro-castristas fuera de Cuba, los que menos tiempo tenían en cautiverio hacia 12-15 años que lo estaban.
Antes, hasta finales de los 80’s, no se permitía que el preso político conviviera con reos comunes, salvo, desde 1985, los que trabajaban. Sin embargo, el disidente de estos tiempos, verdaderas enciclopedias de tratados, conceptos y nombres raros de aburridos filósofos del oportunismo sobre la tragedia individual ajena, viven entre los comunes. Lo que digo aquí es que estos nuevos presos de la oposición ultra ghandista, que pueden instruir por su supuesta elocuencia al preso común y ganarlo para la causa independentista, parece que no invierten su tiempo en semejante actividad, ¿Por qué razones? Tal vez porque los presos comunes, una vez que conocen su procedencia ex oficialista quién sabe en qué grado de compromiso, los rechazan; o por el miedo a represalias que conducirían a que no los “indulten”; o por ambas combinadas.
Hasta 1985, el preso común que fuera “cazado” hablando con uno político, aún familiar, se exponía a una paliza brutal por parte de la guarnición.
Sencillamente, el gobierno no teme ninguna actividad proselitista política de un preso que, allá adentro, muchas veces, aunque haya excepciones, solo piensa y se queja porque no lo incluyen en otra farsa de liberación.
Sí, hay diferencias, por algo “antes” vivían juntos los “CR” (contrarrevolucionario, que era la clasificación que le daba la dictadura al preso político y así constaba en su tarjeta C/R) en orden de 700 ó más y sin poder hablar con el “otro preso”; tampoco exigían un indulto (que es amnistía cuando la democracia impera) por actividades relacionadas con los principios y la moral de cada uno, ni hablaban de eso ni, mucho menos, se les hacía ese regalito en Navidad con frecuencia y solo 3, 4, 5, años cumplidos.
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